Las
prácticas deslocalizadoras de las empresas del primer mundo no son
más que respuestas a periodos cíclicos de estrategias empresariales
agotadas, a la falta de imaginación para hacer frente a otro mundo
que quiere emerger, que necesita emerger con urgencia. El tercer
mundo empuja ávido por mimetizar el idealizado mundo rico, y quiere
las mismas pautas de progreso y bienestar que supuestamente disfruta
occidente.
Si
bien la implantación de empresas en países del este de Europa,
norte de África o sur de Asia, a corto plazo y a nivel local puede
tener consecuencias positivas, empleando a sus masas ingentes de
población; desde luego que en el futuro sucumbirán a los mismos
problemas que genera la economía de mercado del capitalismo salvaje.
Pasaran por el consumismo compulsivo, la especulación
retroalimentada por farsas financieras y de riqueza material a menudo
virtual e intangible.
No
deberíamos caer en el error de pensar que estamos favoreciendo al
tercer mundo y de que les estamos dando la oportunidad de ganarse la
vida. Ningún magnate de multinacional se mueve solidariamente cuando
decide trasladar la empresa, pues todo responde a expectativas de
benefició económico.
Los
dirigentes mundiales no saben como manejar el nuevo escenario que se
perfila. No se dan cuenta que las soluciones residen en conductas de
otra índole.
Hay
que pensar en otro tipo de medidas, sin vacilaciones, y poner en
práctica la deslocalización de seres humanos. Hay que redistribuir
a la población mundial en comunidades más pequeñas y mejor
repartidas por el territorio, que practiquen economías
autosuficientes y sostenibles. Es imposible aplicarlo en grandes
comunidades y evitar los efectos perniciosos que provocan.
La
tendencia es totalmente inversa e inconscientemente se favorecen las
grandes concentraciones en urbes que asustan por su monstruoso
tamaño.
Hace
ya tiempo que el Planeta está afectado por el problema de
superpoblación y de mala distribución. Actualmente más de la mitad
de personas viven en concentraciones urbanas. Pero lo más grave es
que, dentro de unos pocos años, la cuarta parte de la población
mundial malvivirá en
barrios periféricos marginales de grandes ciudades en condiciones
infrahumanas, sin vivienda digna ni acceso a agua potable.
La
capacidad que tiene la humanidad de hacer que aumente su número de
individuos es en forma de progresión geométrica y choca
frontalmente con la capacidad de generar medios de subsistencia, que
tiene una pobre progresión aritmética. En el pasado siglo la
disyuntiva se pudo resolver, en parte, gracias a los avances
tecnológicos, optimizando el rendimiento de la producción de
materias primas, pero con unos costes ambientales muy altos. Y por
supuesto lo que no se pudo resolver fue el tener a una parte muy
importante de la población mundial por debajo de los recursos
mínimos de una digna subsistencia, y que como un mal endémico está
condenada a sufrir hambre y enfermedades.
Los
poderosos que manejan las grandes decisiones político-económicas, a
menudo intentan demostrar sensibilidad hacia estos problemas, pero
siempre acaban dando puntos de vista desenfocados. La codicia y el
egoísmo dan como resultado una miopía que no deja ver que todo se
puede resumir en la cuestión gestionar pensando en tus congéneres,
contemporáneos y futuros, en aplicar políticas solidarias en la
gestión de la superpoblación humana para facilitar el reparto
equitativo de recursos.
No
existe ninguna opción ni punto de vista sostenible en permitir que
se hayan creado metrópolis monstruosas que superan los diez, quince
o veinte millones de habitantes.
Se
deberían tomar medidas amparadas en resoluciones y leyes vinculantes
para fomentar las culturas de pueblos minoritarios, manteniendo los
que todavía existen y potenciando nuevas comunidades reducidas, que
por su tamaño puedan favorecer la cercanía y la propensión al
espíritu colectivo, de arraigo, de respeto mutuo y del medio.
1 comentario:
Estas haciendo un blog muy interesante te animo a seguir.
Y en cuanto a la deslocalización, es verdad que tenemos un problema, pero es pequeño en relación a otros, ya que la deslocalización la veo como un reparto de la veo como un reparto de la riqueza que nos va hacer perder calidad de vida a occidente... Pero no crea ningun problema nuevo, ni soluciona ninguno de los que tenemos, solo los cambia de sitio.
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