sábado, 14 de febrero de 2009

Ya suena en China


Hace unos días, algunos medios intentaron hacerse eco de una noticia que, como muchas, quedan rápidamente ahogadas en la banalidad cotidiana. En ella se exponían consecuencias de la crisis económica y las grietas que empiezan a ser visibles en la “fábrica del mundo”.  En concreto se hablaba del regreso al campo de 20 millones de desempleados chinos.
En términos relativos, esta cantidad de chinos, parece ser insignificante dado el poco análisis que se le ha concedido al fenómeno; o debido a la enorme población que se concentra en ese país.    
Por favor, dediquemos un tiempo, una reflexión, un análisis al tema.
De acuerdo que 20 millones en un país de 1300 son más bien poca cosa. Pero la masa desplazada a su origen campesino es importante si pensamos en lo que pueden hacer para subsistir, en un medio que tuvieron que abandonar por la presión del mundo industrializado. Se fueron porque no podían subsistir. ¿Cómo subsistirán ahora? Parece que nadie se lo plantea pero tendrán que hacerlo, se buscaran la vida con más o menos habilidad y fortuna pero lo harán. De ello dependen sus hijos, sus familias, sus vidas…
Quizás este fenómeno que empezamos a ver en China es “Deslocalización pendiente” (ver post) forzada por la crisis, ya que no la hemos sabido organizar con tranquilidad, antes de verle los dientes al lobo.      

viernes, 16 de enero de 2009

Alivio litoral

En los albores de las andaduras civilizadoras, se entendió que los asentamientos humanos debían de ubicarse en el litoral y por tanto abandonar, de forma paulatina, los interiores de una superficie sólida que aun no se había decidido llamarle tierra. La cercanía a un medio acuoso inmenso, que seguro no se le llamaba mar, hizo comprender rápidamente los beneficios que traía consigo la idea. Más y mejores recursos, facilidad de obtenerlos y de comunicación con territorios susceptibles de conquistar o de establecer relaciones comerciales, fueron las causas que hicieron progresar y crecer a las grandes comunidades humanas en las costas de todo el planeta.
Actualmente ya son pocos los beneficios que se obtienen de tener a la humanidad concentrada en los litorales, pero no podemos culpar a las primeras civilizaciones de las decisiones tomadas para subsistir y perpetuar su existencia.
Un cambio de rumbo es necesario para dar alivio a un litoral atestado de gente, cemento, contaminación y una cantidad de innumerables problemas que afectan a los biorritmos naturales de la Tierra. Es necesario y se lo debemos por habernos acogido tanto tiempo, con tanta generosidad y resignación.
Uno de los problemas más acuciantes, que está en primera línea mediática, es el deshielo de los polos. Es un tema que, con ciertas dosis de hipocresía, preocupa. Y digo esto debido al tratamiento que se le da algunas veces; como si habláramos del estreno de la última película con los mejores efectos especiales del momento.
Las previsiones a medio y largo plazo, realmente son alarmantes. Desde luego lo más espectacular son la crecidas del nivel de mar y los efectos que podrá provocar. Pero creo que cabe matizar el tema y con lo cual nos podemos apartar del alarmismo que conlleva difundir previsiones sensacionalistas.   
Los comportamientos naturales, en su sabiduría, digamos que ya tiene previstas una serie de cosas que obviamos a menudo o casi siempre. Si hacemos un rescate y analizamos el principio de nuestro querido amigo Arquímedes de Siracusa (c. 287 a. C. - c. 212 a. C.), el cual afirma que todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso del fluido desalojado, llegaremos a la conclusión de que el hielo polar existente como agua de mar helada – la mayor parte ubicada en el polo norte – no tiene que afectar a la alteración del nivel del mar; es decir, ya ocupa un volumen en los océanos que se mantendría en caso de derretirse, solamente cambiaria de estado sólido a líquido. Donde si tenemos un problema de proporciones apocalípticas es en el hielo soportado por las masas continentales de Groenlandia en el norte y el polo antártico en el sur. El hielo de esas zonas en su mayor parte es agua dulce. Además de provocar cambios en la salinidad y las corrientes marinas que regulan el clima planetario, el deshielo, esta vez si, repercutiría en el aumento de nivel, dado que su vertido a los océanos incrementaría el volumen de agua contenida en ellos.  
Si somos capaces de restringir, o mejor detener, el deshielo polar a las áreas no continentales, podemos decir que disfrutaremos de unas costas en las que no veremos como el agua nos invade. Por tanto tenemos que entender que el esfuerzo aliviará la preocupación de todos los que viven cerca del litoral. Seria bueno ponernos manos a la obra y corresponder a la naturaleza aliviándola de esa presión demográfica que sufren las orillas del mundo.

martes, 16 de diciembre de 2008

Deslocalización pendiente

Uno de los grandes problemas de la globalización económica es la ya famosa deslocalización de las empresas. Puesta en práctica principalmente por las grandes multinacionales, sabemos que lo que buscan es conseguir más beneficios gracias al menor coste de la mano de obra que encuentran en los países donde orientan los nuevos emplazamientos. Por supuesto también hay que hacer hincapié en la escasa sensibilidad exhibida por estas empresas respecto a los problemas de contaminación. El traslado de los centros de trabajo generalmente está dirigido a países del tercer mundo o en vías de desarrollo y eso conlleva disfrutar de una legislación mucho más laxa y permisiva, menos estricta con la protección del medio ambiente. Y que decir de las condiciones de trabajo que se mofan de todos y cada uno de los derechos del trabajador, que sacrifican seguridad e imponen jornadas laborales interminables.
Las prácticas deslocalizadoras de las empresas del primer mundo no son más que respuestas a periodos cíclicos de estrategias empresariales agotadas, a la falta de imaginación para hacer frente a otro mundo que quiere emerger, que necesita emerger con urgencia. El tercer mundo empuja ávido por mimetizar el idealizado mundo rico, y quiere las mismas pautas de progreso y bienestar que supuestamente disfruta occidente.
Si bien la implantación de empresas en países del este de Europa, norte de África o sur de Asia, a corto plazo y a nivel local puede tener consecuencias positivas, empleando a sus masas ingentes de población; desde luego que en el futuro sucumbirán a los mismos problemas que genera la economía de mercado del capitalismo salvaje. Pasaran por el consumismo compulsivo, la especulación retroalimentada por farsas financieras y de riqueza material a menudo virtual e intangible.
No deberíamos caer en el error de pensar que estamos favoreciendo al tercer mundo y de que les estamos dando la oportunidad de ganarse la vida. Ningún magnate de multinacional se mueve solidariamente cuando decide trasladar la empresa, pues todo responde a expectativas de benefició económico.
Los dirigentes mundiales no saben como manejar el nuevo escenario que se perfila. No se dan cuenta que las soluciones residen en conductas de otra índole.
Hay que pensar en otro tipo de medidas, sin vacilaciones, y poner en práctica la deslocalización de seres humanos. Hay que redistribuir a la población mundial en comunidades más pequeñas y mejor repartidas por el territorio, que practiquen economías autosuficientes y sostenibles. Es imposible aplicarlo en grandes comunidades y evitar los efectos perniciosos que provocan.
La tendencia es totalmente inversa e inconscientemente se favorecen las grandes concentraciones en urbes que asustan por su monstruoso tamaño.
Hace ya tiempo que el Planeta está afectado por el problema de superpoblación y de mala distribución. Actualmente más de la mitad de personas viven en concentraciones urbanas. Pero lo más grave es que, dentro de unos pocos años, la cuarta parte de la población mundial malvivirá en barrios periféricos marginales de grandes ciudades en condiciones infrahumanas, sin vivienda digna ni acceso a agua potable.
La capacidad que tiene la humanidad de hacer que aumente su número de individuos es en forma de progresión geométrica y choca frontalmente con la capacidad de generar medios de subsistencia, que tiene una pobre progresión aritmética. En el pasado siglo la disyuntiva se pudo resolver, en parte, gracias a los avances tecnológicos, optimizando el rendimiento de la producción de materias primas, pero con unos costes ambientales muy altos. Y por supuesto lo que no se pudo resolver fue el tener a una parte muy importante de la población mundial por debajo de los recursos mínimos de una digna subsistencia, y que como un mal endémico está condenada a sufrir hambre y enfermedades.
Los poderosos que manejan las grandes decisiones político-económicas, a menudo intentan demostrar sensibilidad hacia estos problemas, pero siempre acaban dando puntos de vista desenfocados. La codicia y el egoísmo dan como resultado una miopía que no deja ver que todo se puede resumir en la cuestión gestionar pensando en tus congéneres, contemporáneos y futuros, en aplicar políticas solidarias en la gestión de la superpoblación humana para facilitar el reparto equitativo de recursos.
No existe ninguna opción ni punto de vista sostenible en permitir que se hayan creado metrópolis monstruosas que superan los diez, quince o veinte millones de habitantes.
Se deberían tomar medidas amparadas en resoluciones y leyes vinculantes para fomentar las culturas de pueblos minoritarios, manteniendo los que todavía existen y potenciando nuevas comunidades reducidas, que por su tamaño puedan favorecer la cercanía y la propensión al espíritu colectivo, de arraigo, de respeto mutuo y del medio.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Dudas sobre la inteligencia humana

¡Que sabia es la naturaleza!  Seguro que alguna vez hemos oído o usado esta corta frase, probablemente de una forma recurrente y sin molestarnos en analizar su significado.
Haciendo uso de nuestra inteligencia humana para algo positivo, cabe preguntarnos: ¿hasta donde creemos que podemos llevar el presunto progreso que nos ha mantenido entretenidos?
La aportación humana al largo proceso evolutivo de la vida en la Tierra ha sido más bien pequeña y muy reciente, si tenemos en cuenta las magnitudes de tiempo relativas a su origen. Eso está claro.
Hay varias cosas que también están muy claras y es obvio que no nos han interesado o no hemos sido capaces de observar, y que intentaré enumerar en los párrafos siguientes.
Partimos de la base que el planeta nos sirve de refugio en el inmenso universo. Hubo un momento en el que se crearon las condiciones necesarias para albergar vida. En sus etapas más incipientes, los primeros organismos entraron en procesos de evolución y selección hasta llegar a formas de vida  complejas y es ahí donde se pueden apreciar los primeros destellos de inteligencia natural basada en la progresión de la supervivencia e interesada en perpetuar la vida.
La evolución de las especies siguió un proceso en armonía, creando y seleccionando, haciendo la Tierra más acogedora y habitable, escogiendo a los organismos más resistentes para establecer ecosistemas capaces de dar sustento a la transformación.
Sabiendo que no hay nada eterno, que la norma inherente del origen de la vida es que todo nace y perece en algún momento; parece que la inteligencia natural también lo sabia. Fue entonces cuando, consciente o inconscientemente, provocó el error que pondría la semilla para cumplir con la norma, para poner fecha de caducidad a la vida terrestre.   
La semilla daría lugar a los primeros pasos de primates y más tarde de homínidos provistos de una inteligencia que potencialmente podía crecer paralelamente a la natural y a consecuencia de ello cristalizó en unos supervivientes que se llamarían a si mismos humanos. El resultado de la transmutación sufrida entre primates y humanos permitió a los últimos dotarse de una inteligencia no vista hasta entonces, tenía unas connotaciones diferentes y especiales. Con capacidades racionales y emotivas, era capaz de albergar sentimientos, algunos buenos y muchos malos.
Ante la nueva especie surgida, la Tierra no podía ni imaginar lo que se le venia encima. Los humanos con su inteligencia adoptaron la supremacía sobre la natural y la menospreciaron.  Se convirtieron en seres arrogantes capaces de pensar que todo lo que ya existía estaba por debajo de ellos.
Cabe pensar pues, la humanidad en su pequeña contribución evolutiva ha sido capaz de hacer en poco espacio de tiempo lo que la inteligencia natural hizo en millones de años. Esto ha provocado la aceleración del envejecimiento y degradación del medio terrestre. Cuando se puso en marcha, avanzó a golpes de egoísmo, envidia, ambición desmesurada y empleando todos los demás sentimientos negativos que era capaz de sacar a la luz. Todo para un progreso rápido, salvaje y depredador.
Creo que es hora de preguntarnos otra vez: ¿de que sirve tanta velocidad de progreso sin medida?
Las posibles respuestas me llevan a decir que deberíamos dejar de implantar sistemas de organización y control que no tengan en cuenta todo lo que la inteligencia natural ha conseguido construir. Los humanos queremos avanzar muy rápido y no pensamos que la velocidad te lleva antes al final.
No entendemos que una cadencia en el crecimiento construye un entorno para la vida más agradable para hoy y mañana. Y creo que es muy difícil que lleguemos a entenderlo debido a la dicotomía que sufrió nuestra inteligencia de la natural. No somos una especie capaz de eso ni de comprender que para prolongar la existencia humana es necesario hacerlo respetando y cuidando al máximo nuestro planeta y todo lo que contiene.
En las últimas décadas hemos querido dar pequeñas muestras de poner en práctica correcciones para enderezar nuestro rumbo destructivo. Nos hemos inventado los movimientos ecologistas de extensa teoría y praxis nula, resoluciones que nuestras organizaciones políticas y económicas se toman en broma y no tienen el más mínimo interés en cumplir. Todo ello solo para tener  una pequeña justificación ante nuestra conciencia.        
¿A dónde creemos llevar la existencia humana en la Tierra?
Es posible que ya nos encontremos en un punto sin retorno. Hagamos un repaso de la situación actual, debida a nuestra inteligencia “superior”. Tenemos problemas de superpoblación con la consecuente escasez de recursos. Sufrimos males endémicos: hambre, pobreza, guerras, contaminación. Estamos provocando cambios en el clima que originan desastres, incrementando y agravando todos esos males.
Sin corrección urgente y efectiva será muy difícil postergar la vida que conocemos en algunas décadas. Seguramente nuestra desmesura nos ha encerrado en un círculo vicioso del que no podemos escapar. El monstruo que hemos creado con la superpoblación solo nos permite la huida hacia unas generaciones que cada vez tienen que crecer más y más, y consumir más, contaminar más…